Para tener una idea de los cambios físicos que se habían
dado en Quito, tenemos que ponernos en los zapatos del peatón que camina
su ciudad, saludando respetuosamente como de costumbre con las personas que conoce
por su diario transitar.
La ciudad se extiende al sur hasta la Villa Flora, (construida
por la Seguridad Social) y la Magdalena. Y al norte hasta el Colegio Militar.
El resto eran potreros dedicados a
pastar ganado y a algún tipo de agricultura de menor volumen.
El transporte público se lo había venido haciendo en
tranvía desde 1914. Existían dos rutas: la una que iba desde Chimbacalle hasta
el Cementerio de San Diego y la otra que recorría desde Chimbacalle en el Sur
hasta la 10 de Agosto y Colón en el norte.
El
Reglamento de funcionamiento de este servicio, nos da una idea de cómo era la
ciudad a principios del siglo veinte: “en ningún tiempo ni por motivo alguno podrán
rodar los carros con una velocidad mayor que la de quince km por hora. El carro
que anduviere con mayor velocidad será detenido por cualquier agente de Policía
y el motorista o conductor será penado con una multa de diez a cincuenta sucres
[…]” Los conductores tenían la obligación de “anunciar, por medio de
campanillazos, la partida y llegada de los carros, sea a las estaciones finales
o a las esquinas de las calles, cuando tengan que detenerse en éstas para tomar
o dejar pasajeros […]”
Ciertas
normas fueron comunes a las que actualmente se mantienen o se debieran mantener
en el servicio de transporte público, por ejemplo, estrictamente se prohibía “a
los motoristas sostener conversación con los pasajeros o distraerse en lo más
mínimo de la inspección de la vía y buen manejo del carro.” Asimismo era deber
de los conductores el “cuidar del orden, moralidad y educación que los
pasajeros han de guardar durante los viajes; observar cultura y buenas
maneras en el trato con el público y rechazar y despedir a los pasajeros que se
presentaren en estado de embriaguez o en actitud ofensiva al recato y buenas
costumbres, para cuyos casos y otros análogos solicitarán el auxilio de la
Policía”. De igual manera se prohibía el “aceptar en los carros de los
pasajeros, animales domésticos como perros, gatos y bultos voluminosos,
malolientes, explosivos o peligrosos” Así como el “escupir o ensuciar los
carros en cualquier forma que sea.”
Las tarifas
también fueron establecidas por el Concejo Municipal y constituía desde la
parroquia Alfaro hasta la de Benalcázar, en diez centavos por persona. Además,
“el número de pasajeros en cada carro, no pasará de cincuenta por viaje.”
Desde la instalación del servicio, se pensó en la comodidad y buen
trato al pasajero, así lo expresa el artículo 18 del reglamento que dice: “toda
queja de los pasajeros contra la Empresa o sus empleados se hará constar en un
libro que, para este objeto habrá en cada carro.”
En 1921 fue construida una línea adicional desde la Avenida
Colón hasta la aldea de Cotocollao en el Norte. Esta línea funcionó hasta 1928.
La primera desde Chimbacalle hasta la 10 de Agosto y Colón, prestó servicio a la ciudad hasta 1948.
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