lunes, 2 de noviembre de 2015

DIVINA PISTOLA



Como todas las noches, Alicia, limpiaba con sumo cuidado su Smith & Wesson  .44 Magnum.

Era temprano y el arma todavía estaba caliente. Sentía su peso entre las manos y eso le otorgaba seguridad, acercó el cañón a su nariz y pudo disfrutar aún del comprimido olor a pólvora, que para ella era el mejor perfume.
La había heredado de su padre Vicente, un famoso gánster de Chicago, hijo de Vicente Fretes, socio de Capone en la década del veinte.
Los Fretes, fueron parte de una época famosa en la historia del crimen organizado de los Estados Unidos.
Al morir su padre a principios de los cincuenta, Alicia, su única hija, a la sazón una niña, heredó junto con su madre lo que Vicente había logrado salvar de los intocables.
No pasó mucho tiempo hasta que su madre vencida por la pobreza y la falta de trabajo, muriera en un hospital público cuando la niña apenas tenía doce años.
La Asistencia Social entregó a la pequeña a una organización de mujeres y con ellas ha vivido los últimos veinte años.
Cuidadosa y disciplinada, forjó su personalidad guiada por estas mujeres, y fue perfeccionando habilidades heredadas de sus progenitores. Una de ellas era la meticulosidad, y la aplicaba de la mejor manera cada noche cuando limpiaba la Magnum 44.

Volvió a sopesar el “revólver más potente del mundo” y su peso le trasmitió esa sensación de seguridad que sentía todas las noches, especialmente en el mes de agosto que era el más ventoso del año. Luego de acercarlo a su pecho, como si de un niño se tratara lo depositó junto al vano de la ventana. Su peso impediría que el viento abriese en la noche la pequeña rejilla.

Justo a tiempo, antes de que la madre Consuelo pasara revista de las celdas del convento a las diez de la noche.

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