lunes, 2 de noviembre de 2015

TRAVESURA



La escasa luz que la lámpara emitía sobre la escena, no permitía apreciar detalles de lo que el cotilleo comunal había calificado como execrable crimen.
La noticia había corrido como rio desbocado y los comentarios dejaban en mal predicamento el buen nombre  de la familia Peñafiel, que durante décadas significó la guía moral del vecindario.
Las madres horrorizadas trataban de evitar que sus hijos se enteren, pero el correo infantil era más rápido y astuto como para sobrepasar cualquier impedimento.

Al mediodía, todos los muchachos estaban enterados del suceso, y entre horrorizados  y sorprendidos no dejaban de comentar la osadía de sus amigos: Juan Carlos y Esteban, los hijos de los Peñafiel  habían vestido al gato de la familia con la ropa interior de su madre y después de perfumarlo con la mejor loción del padre, lo habían amarrado a la pantalla del televisor familiar.


¡Una osadía!

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