jueves, 26 de febrero de 2015

ANTISANA óleo sobre lienzo

Luis Ponce Sevilla



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DANZANTE DE PUJILI óleo sobre lienzo

Luis Ponce Sevilla


CASA DE LOCOS (3)

Luis Ponce Sevilla

Eulogio continuaba circunspecto con su caminata matutina.

Estaba acompañado ahora por un enano vestido de militar francés del siglo XVIII que usaba un sombrero bicornio (chapeau de bras) o sombrero de brazo; tenía una mano metida en la guerrera, a la altura del pecho y calzaba altas botas de caballería.

En la mano izquierda que la llevaba siempre a la espalda, sostenía una botella de Coñac Napoleón. Mientras caminaba estiraba su cuerpo para parecer dos centímetros más alto. Le iba aconsejando como rodear los fenómenos naturales, para sorprenderlos por los flancos.

Cisneros lo escuchaba atentamente y estaba pensando en aceptar su sugerencia, cuando inesperadamente, el bajito salió corriendo y solamente se avanzó a escuchar algo como: “Voy al Waterllllloooo” o algo así.
.......................

 — Señor Director, Señor Director — una secretaria se acerca apresurada con carpeta en mano.

— Tiene tres turnos de consulta externa y lo están esperando —.

No le queda más que suspender su caminata y dirigirse a la sala de consulta.

Dos veces al día y durante un par de horas en cada una, atiende a pacientes de las cercanías, o recomendados, que vienen buscando su guía y sabiduría para curar sus males. En la pequeña habitación que hace de sala de espera hay dos mujeres y un hombre.

Una de las mujeres, la de mayor edad se levanta para saludarlo al tiempo que le entrega un atado de tela que contiene como una docena de huevos de gallina.

 Eulogio pasa al consultorio seguido por la secretaria con la carpeta y la mujer mayor.

— Doña Clotilde, tiene el primer turno los jueves —
— ¿Cómo se ha sentido doña Clotilde?—

— Bien señor Director, si no fuera por esos miserables de mis vecinos que no tienen ninguna consideración para con los demás, especialmente las personas mayores. Imagínese que el día sábado bailaron toda la noche hasta el amanecer con la música a todo volumen sin importarles si uno duerme o no, si uno está sano o enfermo. Son de una desconsideración que raya en el absurdo, por suerte yo sufro de insomnio permanente y no duermo sino una media hora a media mañana …. ZZZZ—.

Para no despertar a la paciente, Eulogio sale por una puerta lateral y se lanza al patio a jugar con un reducido grupo de deportistas que corre tras una pelota de indor fútbol.

Un guardia que lo ha visto lo lleva de regreso a la sala de consultas, pero al llegar se enteran que los pacientes ya se han ido, asustados por la noticia de que en las habitaciones encontraron a uno de los internos, muerto.

— ¿Quién es?— inquiere Eulogio.

— El “Tiburón” Rodríguez —
— ¿El que salvaron de morir ahogado ayer?—
— Si, el mismo —
— Llámeme al interno Dueñas —
— Si señor Director —

 Viene Dueñas, que es de los que se cree de los más “vivos” del grupo.

— A ver Dueñas, usted salvó ayer a Rodríguez de morir ahogado en la piscina —

— Si señor Director, cuando lo saqué estaba chorreando agua, pero en perfecto estado de salud —
— ¿Y sabe que lo acaban de encontrar muerto en su habitación, suspendido de una viga?—
— No lo sé, yo ayer lo colgué solo para que se secara —.


viernes, 20 de febrero de 2015

COMO MONTAR UNA OFICINA NON-SANCTA

Luis Ponce Sevilla

 

Alguna vez, Woody Allen comentaba sobre la cantidad de dinero que el crimen organizado obtiene de sus actividades, considerando que gasta muy poco en materiales de oficina.

Eso significaría que es más fácil y más barato instalar una oficina para negocios non sanctus que para cualquier otra actividad comercial.
Pero no, es totalmente lo contrario; si no, analicemos los problemas que podemos encontrar si queremos instalar una oficina de este tipo:

 1.- Nombre de la Empresa.- ¿Cómo la vamos a llamar? ¿Comercializadora de Opiáceos Compañía Anónima… COCA?, no pues. ¿Multinacional Asociada Repartidora i Heroína Usada Alienante-Narco-Alucinada? … ¿MARIHUANA? ¡No!. Tiene que llamarse Productora y Distribuidora de Bienestar Sociedad Anónima PEDEVESA, o algo así, creo que me equivoqué de “v”.

2.- Local Comercial.- Las oficinas no se las puede alquilar, porque el recibo del arrendatario tendría que decir “Cartel de…” o “Fulano de tal, a nombre del Cartel de…” y ahí empezarían los problemas porque nos van a pedir el RUC, y tendríamos que hacer tediosos trámites en el SRI para obtenerlo. Y no estamos para eso, sino para montar un negocio.

Si las oficinas son propias, como es la opción más lógica, no se podría poner un cartel, por obvias razones.

No se puede poner un cartel de un cartel, como no se puede poner un anuncio de un anuncio, o escribir la abreviatura de abreviatura; nos crearía un problema de pleonasmo, y se agregaría una molestia de nombre llamativo a los ya existentes problemas del narcotráfico y el lavado de dinero. Es decir, ni el más bobo caería en eso.

¿Cuál podría ser una dirección apta para instalar las oficinas de un cartel: ¿“Avenida de la Adicción 666 y Euforia”?, ¿“Dopamina y Paranoia esquina”?, ¿“Centro Comercial El Opio local 333”?, ahí tendríamos otro problema.

Habría que analizar las necesidades específicas de una oficina de éste tipo: ¿En qué distrito debería funcionar?, ¿Necesitaría vías de fácil circulación para una rápida evacuación? ¿Conviene o no estar cerca de la Policía y por qué? ¿Es preferible estar junto a una agencia de viajes o a una funeraria?, ¿O es más seguro entre una distribuidora de gas licuado y un plantel avícola? (No sé porque se llama plantel si ahí no estudian las gallinas).

Como es de suponer, tenemos que evitar estar cerca de restaurantes como la “Ostra Nostra”, “La Pizza Nostra”, “La Cosa Nostra”, con el fin de evitar ser involucrados con ese tipo de negocio, pues resultaría perjudicial para la imagen de la Empresa.

¿Debería existir una oficina exclusiva para el departamento de ventas? ¿Conviene separar las ventas al por mayor de las ventas al detal? ¿El departamento de empaque debería estar en una ubicación diferente por la permanente emanación de polvo?
 Como verán, cada detalle es más complicado, y luego pensamos que es un negocio fácil.

3.- La Decoración.- Hay que pensar en los objetos que vamos a tener a la vista. Para hacer agradable la oficina es ideal colocar macetas decorativas que le den vida y rompan la monotonía. Claro, evitando poner plantas relacionadas con el negocio, porque los clientes van a empezar a llevarse muestras gratis y eso puede ser perjudicial para nuestra economía. Las paredes deberán ser blancas con muebles y detalles en verde, pues son los colores de lo que vendemos y de lo que recibimos. En los muros no se debe poner afiches de Marlon Brando, Ralph Abrahamson u Homero Simpson, esto último, es exclusivamente por el color nauseabundo de la piel del Simpson.

 La iluminación deberá ser tenue con unos toques de oscuridad en el departamento de ventas. Aquí los muebles deberán tener cubiertas de vidrio y estar equipados con naipes plásticos y de ser posible billetes de un dólar nuevos, para enrollar.
No va a ser fácil solucionar tantos problemas.

 4.- El teléfono.- ¿Y el número telefónico? ¿1800 COCA? Muy corto, ¿1800MARIHUANA? Muy largo, ¿1800METANFETAMINAS? Peor. Quizá 1800MARICOCA.

5.- El E-Mail.- Este es un detalle que hay que considerarlo cuidadosamente: tiene que ser suficientemente llamativo, para tener acogida entre la clientela, pero al mismo tiempo pasar desapercibido entre los grupos antinarcóticos, así que como conocemos su suspicacia, creo que el mejor podría ser: distribuidoresdedrogarrobada.com

 6.- Las Correspondencia.- Suponiendo que todos los problemas anteriores los hubiéramos superado, nos toparíamos con uno que no han podido solucionar desde principios del siglo pasado: quien firma las cartas. En los Estados Unidos, en un principio las firmaba la “mano negra”, pero luego tuvo que suspenderse esta firma cuando una Asociación pro-Defensa de los Derechos Civiles de Georgia, argumentó que tenía un tinte racista.
A partir de ese momento y por disposición judicial todas las cartas debían terminar: “con nuestro mejores deseos”.
Aquí como las vamos a firmar: ¿“De mis conmiseraciones”? ¿”La nariz blanca”?, o para pasar desapercibidos, solamente ¿”LSD”?
Como verán, no es fácil dedicarse a esta actividad, porque lo que resulta fácil en cualquier otro negocio, aquí se complica.

7.- La Contabilidad.- Este sí es un verdadero problema; con los antecedentes históricos, especialmente desde el caso de Alfonso Capone, la contabilidad es un dolor de cabeza. Debe haber mucho cuidado en el manejo de los números y está terminantemente prohibido trabajar el día de San Valentín.

 8.- Contratación de personal.- Para empezar: ¿cómo anunciar en el periódico?:

“Empresa busca secretaria recepcionista con conocimientos amplios de botánica, muy buen olfato. No es necesaria buena presencia, preferible que pueda pasar desapercibida. Pasaporte al día, dispuesta a viajar de improviso. Excelente sueldo, libre de utilidades. Ideal si no tiene familia. Citas llamando al teléfono 09786545678 de 10 a 11 de la mañana, porque es de una caseta telefónica. Se recomienda absoluta reserva”.

O este otro: “Se necesita transportista con vehículo de cinco ejes para viajes internacionales, imprescindible cajón con doble fondo y si es posible carga de alimento balanceado para aves. Se apreciaría relación familiar con alguien que trabaje en la Policía de preferencia en Antinarcóticos. Para contactos, por favor dejar parqueado el camión la noche del sábado frente al Mercado Mayorista y un número telefónico pegado en el parabrisas, nosotros le contactaremos”.

Como poner un anuncio que diga: “Buscamos Juez que esté pronto a la jubilación, amplia experiencia en casos de lavado de dinero”. “Mandar referencias a Cartelarrobarobmail.com”. Eso sería muy difícil, primero porque se llenaría el buzón fácilmente y luego porque habría que contratar a una persona para contestar esos correos y volveríamos a caer en el primer problema.

9.- Uniformes para el personal.- Aquí también existe una complicación, por lo que tendremos que seguir usando los uniformes que han sido tradicionales en nuestro gremio: un terno blanco a rayas negras con solapas gruesas y un sombrero blanco de ala ancha con cinta negra. Lo que no hemos podido mejorar es el diseño de los portafolios, pues resulta incómodo portar a diario un gran estuche de violín para llevar y traer el instrumento de trabajo.

 … Continuará…

EL DEMONIO DE TASMANIA


CASA DE LOCOS (2)

Luis Ponce Sevilla

 Sus mañanas carecían totalmente de aburrimiento, siempre tenía exceso de trabajo que despachar y desde que cumplió setenta años, dedicaba su energía a resolver los más álgidos casos en la mañana, para dejar lo que no era urgente para las horas de la tarde que eran más plácidas.

Mientras caminaba parsimoniosamente por sus dominios, se le iban uniendo asesores, coordinadores, jefes de departamento, etc. para resolver en el camino los más extraños problemas.

No faltaba el día en que se presentaba Adolfo, para insistirle en la construcción de un gran horno en el extremo sur de la propiedad. Según él, era de profesión panadero y podría montar un gran negocio que funcionaría al principio solamente para consumo interno, pero que luego podría extenderse a los países (bloques) vecinos. Era muy hábil para el dibujo, lo que le había permitido hacer una gran colección de planos. Lo que más le extrañaba a Eulogio, era lo desmesurado de las medidas, como si fueran a hornear bollos de un metro sesenta. Él se salía por la tangente con el pretexto de que no tenían presupuesto, que las asignaciones del Ministerio no eran suficientes,porque la idea de Adolfo era la de un horno del tamaño de un vagón de ferrocarril. Para sus adentros Eulogio sabía que nunca iba a conseguir financiamiento para su proyecto, pero eso lo tendría ocupado y dejaría de molestar a los demás.

Otras veces se cruzaba en su camino Enrique VIII, para tratar de convencerle de que lo lleve a su casa para eliminar a su esposa. Eulogio le explicaba que no estaba casado, que no tenía casa y que vivía en el Hospital; pero era una molestia, porque al rato le llovían las solicitudes de enfermos que aceptaban la propuesta de Enrique VIII y pedían a Cisneros que deje salir por un par de horas al Monarca hasta que ejecute su trabajo en la casa de cada interesado.

 En el extremo norte del patio, estaba el área destinada a las mujeres. No había muchas, porque la Trevi, la Spears, la Guzmán, etc. todavía trabajan afuera, pero había. En una esquina estaba el lugar de Juana de Arco siempre sentada sobre un reverbero apagado, mientras coqueteaba con Nerón para que le encienda la hornilla.

El muro occidental del Hospital daba a un acantilado inaccesible y era la zona más segura de toda la instalación. Por eso en su gigantesca extensión, los internos más hábiles habían pintado a sus personajes preferidos. Era un gran mural, como uno que me parece haber visto en algún salón de sesiones, pero no recuerdo con claridad. Allí estaban los más destacados representantes de los trastornos mentales animados: el Pato Lucas, la Sirenita que tenía el síndrome de Diógenes, el Demonio de Tasmania, mi ídolo: Homero Simpson, Calvin sin Hobbes, el Coyote, Cóndorloco, etc.

En una esquina se podía apreciar una tarima con un gran letrero de Neón que decía: “EGO”. Había algunos pretendientes de esa posición y peleaban entre ellos mientras alardeaban de sus capacidades. Se podía distinguir a Epicuro de El Universo, a alguien que se rasgaba la camisa, a Narciso, a David Beckham y a un viejo flaco con sombrero de paja toquilla.
....Continuará

CASA DE LOCOS (1)

Luis Ponce Sevilla

 "A veces, sólo a veces,es mejor fingir demencia" JULIO CORTÁZAR


Eulogio Cisneros, pateó la última hoja que encontró en el patio. Con las manos en la espalda, los ojos en el pasado, ni él sabía si miraba para adentro o para afuera. Los agujeros de las suelas de sus zapatos habían ido recogiendo restos de cadáveres diseminados en calidad de polvo entre las piedras calcinadas del rectángulo siquiátrico.

Otra súbita pérdida de equilibrio le produjo una risa ingenua; parecía que podía comunicarse telepáticamente con el tropel de locos muertos que le acompañaban en su recorrido de un lado al otro del patio. Muchos le seguían el paso como remarcando cada izquierda o derecha que daba, pero otros corrían y paraban, tratando de romper el ritmo que el desfile llevaba. Y en medio, él, tratando de fintar a sus seguidores para celebrar con una sonrisa cada éxito.

 Un pantalón blanco de lino más viejo que sus dolencias, y una camisa gris con antecedentes azules, protegían sus carnes magras; un vetusto y carcomido sombrero de paja lo protegía del sol de todos los días, y un par de viejos zapatos le cubrían los pies mientras caminaba de oriente a desoriente y de siete a seis.

Había cumplido quince años en esta actividad y decía que estaba próximo a jubilarse.

A veces le costaba levantarse para acometer la dura responsabilidad de componer el mundo. Pero su madre le había enseñado a trabajar y si todos sus seguidores confiaban en su capacidad, él no podía defraudarlos.

Por eso arremetía las mañanas contra todos los males que aquejaban a la humanidad, a las siete en punto, luego de que dos enfermeros lo sacaban de su habitación. Caminaba a paso lento de espaldas al sol, pensando, recapacitando y buscando soluciones. Al rato se le unían Rasputín y Van Gogh y mientras pateaban la tierra del patio del manicomio, comentaban los últimos sucesos que podrían cambiar el panorama que había quedado de la tarde anterior. Ayer, se retiraron contentos, cuando prácticamente ya tenían resuelto el problema mayor de la humanidad: la falta de coordinación de los fenómenos naturales.

“Vincent”, así lo trataba Eulogio, creía que todo estaba perdido, que ya no había nada que hacer y que lo mejor era buscar una solución drástica al problema. Insinuaba, como quien no quiere evidenciarse: organizar una corrida de toros y al final entregar al toro las orejas de todos los presentes.

Pero interrumpía Rasputín, para desde su altura y agachándose aunque ensuciara su hábito negro, susurrarle al oído que no le ponga oídos a Van Gogh y que la solución estaba en la hipnosis del Director del Observatorio Astronómico, porque había el riesgo de que la Tierra se viera: “envuelta en una nube negra, e inmersa en un profundo y doloroso mar de lágrimas”.

 Esto descomponía a Cisneros, que cambiaba de rosado a azul su rostro y empezaba a retorcer sus manos entre las piernas mientras dejaba de caminar. La rápida ayuda de un enfermero, generalmente subsanaba el problema con una hipodérmica, lo que le permitía continuar con su misión.

 Había días en que la fresca brisa se introducía por entre sus costillas a primeras horas y eso obligaba a que sus pasos se aceleren para poder irrigar de sangre caliente su organismo, entonces realizaba rápidos sprints con Luis Suárez, hasta calentar su cuerpo, pero luego debía interrumpirlos, cuando el uruguayo lo perseguía para morderlo. …
......Continuará

jueves, 12 de febrero de 2015

CÓNDOR ANDINO óleo sobre lienzo


SHAMÁN óleo sobre lienzo


LA CAJA MISTERIOSA

Resultado de imagen para Star wars


Luis Ponce Sevilla

Felipe Sigilo Dávalos cerró la puerta de su oficina en uno de los edificios más cotizados de la Avenida República del Salvador.
Cuando salió llovía, como casi siempre a esa hora en Quito. Abordó el primer taxi que pasó y se dirigió a su casa. Debía ir a cambiarse pues tenían un compromiso y quedó en pasar por su novia a las ocho de la noche.
Con un brinco pudo llegar a la puerta de su casa, antes de que un vehículo que pasaba apresurado le salpique del agua que llenaba la calle. —“Qué manera de llover”—. Pensaba mientras sacaba la llave de un bolsillo. Preocupado por evitar que el tráfico termine de mojarlo no había reparado en una caja de cartón que estaba adecuadamente situada en su camino como para obligarle a que repare en ella.
La tomó y entró, era prioritario secarse y cambiarse. Y calentarse. Luego de ponerse cómodo y por lo menos en camino de abrigarse, fue a buscar la caja.
 Ahora sí, con un buen jarro de café, la chimenea prendida y de fondo un disco con los temas musicales de las películas más populares se dispuso a ver que contenía la caja. Todavía le quedaba tiempo antes de pasar por Jimena (así se llamaba su novia).
Una tarjeta simple con una inscripción mecanografiada de “A quien pueda interesar”, era lo único que llevaba la caja. No esperaba encontrar buenas noticias, menos aun cuando empezó a sonar el fondo musical de “El último Samurái” otra de las malas películas que él se había autocensurado. Odiaba a Tom Cruise y solamente el verlo en  alguna noticia en la televisión le producía una alergia insoportable en la piel, por suerte duraba muy poco el efecto. Por suerte también duro muy poco el fondo musical.
Abrió la caja y para su sorpresa, contenía dos cajas en su interior: una negra y una blanca.
—“La nada es blanca”—diría Manuel Vicent en el “Azar de la mujer Rubia” y lo bicolor de las cajas le sonaba a azar. El fondo musical de Forrest Gump, puso el toque adicional de misterio al proceso de selección de las cajas.
 “Pero si la blanca es nada, la negra es todo”.
De pronto surgió en su mente la imagen de Pandora y soltó las cajas. Estaba solo en la casa, en penumbra, la débil luz de una lámpara de mesa se unía al brillar de la leña en la chimenea. ¿Será una prueba del destino? ¿Un mensaje de los dioses? ¿Una broma de los amigos?
Bueno, el no creía en dioses ni en el destino así que debe ser una broma de sus amigos. Lo dio por seguro cuando empezó a sonar el fondo musical de los “Cazafantasmas”. Sorbió algo del café que había empezado a enfriarse y quiso abrir una de las cajas. Pero no sabía cuál. ¿Y si la blanca contenía los bienes y al abrirlos se le escapaban? ¿O si abría la negra? Podría ser peor.
Para agrandar su duda empezó a sonar el tema de “Star Wars”, recordó que los peronajes eran negros o blancos y su problema se volvió enorme, ya no se reducía a abrir o no una caja, a escoger entre el bien o el mal, tendría que tomar una decisión que no sólo podía afectarlo personalmente  sino a su familia, a su país, a toda la humanidad.
Se le había quitado el frío, pero empezó a sentir que una corriente helada recorría su columna vertebral. Quiso recurrir a alguien en el exterior, llamar por teléfono a su novia, a un amigo, a alguien que le sirviera de nexo con la realidad, con el mundo, que le hiciera poner pié en tierra. Pensó en Obi-Wan Kenobi como última solución, pero se dio cuenta de que no sabía cómo ubicarlo.
Todo se le complicó pues empezó a sonar el tema de la “Delgada Línea Roja” y eso le impidió mover sus manos para alcanzar el teléfono. Solamente podía parpadear. Intentó recurrir al café para despertarse, pero fue imposible, sus brazos no le respondían. No pudo gritar, le faltaba la respiración, se le nubló la vista, de a poco iba dejando de oír la música. —“… El oído es el último de los sentidos que se va….”


domingo, 8 de febrero de 2015

LA AMAZONÍA ECUATORIANA


ISLAS GALAPAGOS


LA ISLA

Luis Ponce Sevilla
Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro, buscando entre los restos del Naufragio de un barco japonés me he encontrado con un ejemplar de “La Invención de Morel” de Adolfo Bioy Casares.
Hace tres semanas que vivo solo entre los restos de una construcción abandonada.
Pensaba, porque el tiempo me sobraba, que la isla, era probablemente la Villings del archipiélago de las Ellice, y que por coincidencia era la misma en que fue a parar el Morel de Bioy Casares al norte de Nueva Zelanda. O podría ser si nos ponemos más fantasiosos la “Isla de Hélice” de Julio Verne. Eso era más difícil porque yo ya había buceado lo suficiente para buscar los motores subacuáticos y no los había encontrado. Además por las noches me pasaba muy atento esperando captar los sonidos mecánicos del sistema de transportación y tampoco había podido escuchar nada parecido.
Así que opté por aceptar la primera opción: estaba en una isla abandonada del Pacífico Sur cerca de Australia y Nueva Zelanda.
De no ser por mi profunda inclinación a la política no estaría aquí en este momento. Un revés electoral en mi país me obligó a salir precipitadamente y no fue sino hasta dos días después que me di cuenta de que mi viaje nocturno a Panamá, y el embarcarme en el primer navío carguero que partía esa madrugada del puerto de Balboa, iban a traerme a las antípodas.
Solo cuando recuperé la cordura perdida por el ajetreo de los dos últimos días, pude darme cuenta de que nada de lo que tenía planeado para mi salida se había cumplido. Ni el beneplácito de los gobiernos amigos para recibirme, ni la ayuda ofrecida por mis ex colaboradores de gobierno. Y tuve que optar por una opción ofrecida por mi dentista para tomar un pequeño avión privado que usaba para fumigación en su hacienda.
En mi apresuramiento, que ahora en frío sospecho que fue tramado por el grupo que me rodeaba, no tuve acceso sino a un poco de dinero en efectivo que tenía en mi caja fuerte. Las tarjetas de mis cuentas en Suiza y documentos comprometedores que tenía guardados, los puse en un maletín de mano, tomé una valija de ropa que mi edecán me había preparado y salí disparado al aeropuerto en un vehículo militar.
Fue un viaje tormentoso, pero al cabo de dos horas y media llegamos al aeropuerto de Tocumen, donde me esperaba un primo mío que era embajador en ese país. Temiendo que la reacción internacional pudiera afectar mi seguridad, ya tenía previsto el traslado hasta Balboa y posterior embarque en un buque de carga holandés con rumbo a Sídney, hasta que los ánimos se tranquilicen.
Mi anonimato me mantuvo seguro los primeros ocho días, protegido por  el capitán, un marino holandés experimentado quien estaba convencido de que yo era un biólogo investigador que viajaba a Australia a dictar unas conferencias. Alguna actitud prepotente incontrolada hizo que uno de los tripulantes pusiera atención en mi persona y lanzara la duda de mi identidad entre los marineros.
Bueno, así terminé en esta isla a la que llegué en un bote inflable, solamente con lo que llevaba puesto. Una caja de enlatados y dos bidones agua dulce que habían dejado los marineros en la embarcación que me trajo a tierra (a cambio lógicamente de mi maletín de mano con todo su contenido), sirvieron para mantenerme con vida los primeros días y luego ya fui encontrando soluciones conforme asomaban los problemas.
Así han pasado tres semanas las que he dedicado a recorrer la isla, encontré los restos de esta construcción abandonada, un museo, una capilla y lo que fue una pileta de natación.
Hasta aquí no habría nada extraordinario, sino hubiera hallado el ejemplar de” La invención de Morel”. Solamente un milagro pudo causar semejante coincidencia. Nunca había leído a Bioy Casares. Es más, no sabía quién era. Para llegar a presidente tienes que saber leer las encuestas no lo que escribe cualquiera.
Como me aburría enormemente tuve que empezar a leerlo.
Poco a poco me he entusiasmado con la invención  de Morel y estoy convencido de que el destino me trajo para eso. Si antes no pierdo la cabeza, creo que estaré ocupado los próximos meses:
Por lo pronto me dan vuelta en la cabeza sus palabras: “La hipótesis de que las imágenes tengan alma parece confirmada por los efectos de mi máquina sobre las personas, los animales y los vegetales emisores.”

viernes, 6 de febrero de 2015

SERIE PRECOLOMBINOS


EL ORDEÑO oleo sobre lienzo


EL SOBRE MISTERIOSO



 

El hombre de la gabardina metió el sobre en el buzón, eran las cinco de la tarde del 3 de Octubre de 1967 y llovía en Quito.
Alex Sigilo, había llegado hasta las oficinas de la Dirección Nacional de Correos después de sortear los chorros de agua que caían desde las cubiertas de los edificios. Hacía frío, claro que hacía frío. Era la época en que empezaban las clases en los colegios y al mismo tiempo las lluvias en la serranía ecuatoriana.
Cumplida su misión, decidió entrar a tomar algo caliente en alguna de las cafeterías del centro. Su vida no era muy agitada y su actividad se reducía a cierto tipo de encargo como el que acababa de realizar. Solamente había terminado el colegio y no tenía ninguna inclinación en particular por lo que no ingresó a la Universidad. Los últimos tres años había sobrevivido apegado a ciertos políticos que le encomendaban las actividades más raras y variadas. No era lo ideal, pero le agradaba porque no le caían mal unos sucrecitos y lo variado de los encargos mantenía su entusiasmo.
El local al que ingresó estaba casi lleno, especialmente de gente mayor, jubilados, profesionales que terminaban su jornada de labores y políticos que hacían vida permanente en los cafés. Había hombres de negocios que no tenían oficinas y despachaban todo en las cafeterías. Vio una mesa desocupada en uno de los extremos y tomó asiento.
—Un tinto chico y una cajetilla de King—
El tinto era el café negro, cargado. Alguna vez que conoció a alguien, no sé si chileno o argentino le explicaba que ellos llamaban tinto al vino y café al café. Bueno allá ellos, nosotros no somos tomadores de vino. La mejor manera de matar el frío de la tarde era con un café, un cigarrillo, y la esperanza de que hasta las siete de la noche suceda algo extraordinario. Si no era así, no le quedaba más que comer algo en la calle y encerrarse en su habitación hasta el día siguiente.
El día no había estado mal para ser martes, la semana recién empezaba y algo le decía que las cosas iban a mejorar. El señor “J” le había encomendado el dejar ese sobre en el correo y le había ofrecido que habría algo más esa semana. Pero había insistido que sea en ese buzón y a esa hora.

2
Gerardo Miranda, miró su reloj por milésima vez.  Desde que laboraba en el correo, no había tenido una época tan agitada como ésta. El señor “P” le había conseguido este trabajo hace tres años y aunque el sueldo no alcanzaba sino para cubrir los gastos de la casa, ciertos ingresos adicionales le estaban permitiendo ahorrar algo para el futuro. Claro que para obtenerlos tenía que hacer ciertos trabajitos especiales para el señor “P”. Y este era uno de ellos. Tenía las llaves del buzón de correspondencia nacional, y era el encargado de vaciarlo cada tarde. Cuando faltaban cinco minutos para las cinco de la tarde, disimuladamente se paró cerca de la caja metálica, observando cualquier movimiento que involucrara dicho objeto, pero no sucedía nada, la poca gente que se hallaba dentro del hall esperaba que amaine el aguacero para continuar su camino.
Afuera llovía como en Octubre. A las cinco en punto de la tarde, un personaje vestido con una gabardina azul-grisácea se acercó con un sobre grande marrón y lo depositó en el buzón. Desde donde Estuardo estaba parado no pudo apreciar detalladamente las facciones del individuo, además no le interesaban. A él le interesaba el sobre.
Disimuladamente, regresando a ver a cada lado se acercó, sacó el llavero de su bolsillo, abrió el buzón y extrajo el sobre marrón. Apresuradamente, temiendo que alguien le viera hacer el trabajo que hace todos los días y que a nadie le llamaba la atención, cerró el buzón y salió corriendo hacia su oficina. Bueno él la llamaba oficina pero era una caja de dos por dos metros sin ventanas, e iluminada por un tibio foco que colgaba de las escaleras que subían al segundo piso.
Cerró la puerta tras de sí, se sentó y a la luz del débil foco leyó el destinatario: Estuardo Vilacrés. —Bien— Dijo para sus adentros, hizo una mueca de satisfacción y suspiró. Solamente tenía que entregar el sobre al señor “P” y se habría ganado veinte sucres adicionales para su cuenta de ahorros.
El señor “P”, cerró su oficina frente al pasaje Amador, subió a su Peugeot blanco y se dirigió a la oficina del correo. Al llegar, solamente disminuyó la velocidad, se arrimó al lado izquierdo de la vía bajó la ventanilla del vehículo y recibió un sobre marrón de manos de Gerardo Miranda que le esperaba en la vereda protegido de la lluvia por un periódico en su cabeza.
Aceleró despreocupadamente y se dirigió al norte por la calle Vargas. Mientras conducía extrajo un sobre blanco del marrón y lo dejó sobre el asiento del acompañante. Al llegar a la altura del parque de la Avenida América tomo a la izquierda subió dos cuadras y a la mitad de la siguiente  se detuvo frente a una puerta donde esperaba una mujer. Le entregó el sobre blanco y sin cruzar palabra se dirigió a su casa.
La señora “M”, tomó el sobre y lo puso sobre una mesita en el recibidor, fue a la cocina, calentó un poco de leche y se preparó un chocolate para atenuar el frío. A las siete de la noche salió a la puerta con el sobre blanco tamaño oficio y lo entregó a un taxista de un vehículo negro que venía todos los días laborables y retiraba los sobres de la casa de la señora.
Ese sobre en unión de otros nueve contenían los originales de todos los documentos que habían firmado los Ministros de Estado en ese día. Así como Alex Sigilo había recibido de manos del señor “J” el sobre del Ministerio de Obras Públicas, de igual manera otros personajes lo habían hecho, como lo hacían todos los días de los restantes Ministerios.
Al día siguiente a las seis de la mañana, el mismo taxista dejaría el sobre blanco en casa de la señora “M”, el señor “P” pasaría por él a las seis y treinta y a las siete lo entregaría a la señorita “O” que era la secretaria del Ministro. Todo muy simple, muy organizado, sin mucha bulla y con una remuneración que aunque no era mucha ayudaba a la señorita “O”, a la señora “M”, a Gerardo Miranda y a Alex Sigilo a continuar con sus vidas.
Los otros Ministerios tenían sus canales de recuperación organizados de manera parecida.
En cuanto al señor “P”, y al señor “J”, su retribución estaba dentro del plano político. La misma Embajada que microfilmaba todos los documentos por la noche se encargaba de darles información confidencial que podían usar para su beneficio personal.

……continuará

jueves, 5 de febrero de 2015

COLORES ECUATORIANOS



PARECE QUE VA A LLOVER

              Luis Ponce Sevilla



PARECE QUE VA A LLOVER

Ya son treinta años.
La temperatura había subido esa tarde, un calor húmedo se colgaba de los balcones poblados de macetas con geranios.
La estrecha callejuela que daba a la playa, se abría paso entre muros blancos tapizados de nubes y desembocaba en el seno alborotado del mar azul grisáceo. Era la vía principal de aquel poblado marino a orillas del Pacífico.
Sentado en un cafecito abierto a la vereda, resumía lo que habían sido estos últimos días para mí: buscando inspiración había abandonado mi taller de pintura en la ciudad, para enfrentarme al mar y a la brisa.
Siempre que venía encontraba algo nuevo: a veces era el clima, otras la comida, aún la bebida, si encontraba con quien compartirla. Esta vez me encontré con ella. 
No abundaban aquí las mujeres cultas, y las que venían en plan de descanso o diversión, dejaban archivado su cerebro en casa. Bueno, igual los hombres.
Cuando la conocí, estaba sentada en esta mesa, y atrajo mi atención su aspecto delicado de figura de porcelana. Llevaba un vestido fresco para la hora, pero los colores y texturas hablaban del detalle al escogerlos. Un sombrero de paja de ala ancha. Y por la brillantez de los rayos del crepúsculo cubría sus ojos con obscuras gafas que solamente dejaban entrever la sombra de unas largas pestañas. 
Jorge, el dueño del café y viejo amigo, me la presentó. El tono de su voz me subyugó y lo apropiado de sus comentarios me dio a entender que la pintura era una parte importante de su vida. No es fácil encontrarse con alguien que hable con tanta propiedad de Pizarro, Manet o Tápies, incluso me intrigó la opinión que tenía de la obra de Guayasamín.
En el fondo se escuchaba “Mama Inés” en versión de Frank Pourcel .
Entre sorbo y sorbo de su MaiTai y mi Cuba Libre, cayeron los muros de las apariencias, y con la complicidad siempre solícita de Jorge, y envueltos en la buena música, firmamos el acta de habernos conocido.
Me sentí tan relajado que mi cerebro voló a instantes lejanos de la juventud, cuando era una esponja que todo lo absorbía, no había barreras que no pudiera derribar ni prejuicio que irrespetar.
-“Parece que va a llover, lo siento en el aire”-, dijo estirando su brazo izquierdo; solamente en ese momento relacioné sus gafas obscuras con el bastón; mientras Jorge tomaba su mano para ayudarla a levantarse.
-“No soy ciega”- me comentó al despedirse, -“Sólo me falta la vista”-
-“Espero que nos volvamos a ver”-
-“Bueno, es un decir”-

Todavía no he salido de mi estupor, pero cada vez que tomo su mano, ahora a la vejez, resuena en mi mente: -“Parece que va a llover”-