sábado, 16 de mayo de 2015

COMO JUBILARSE ANTES DE FALLECER 3








Enfocados en lo que era el transporte a principios de siglo; descubriendo como se había desarrollado la ciudad venciendo múltiples problemas topográficos, sanitarios y climáticos, podremos entender cómo se desenvolvía el día a día de los quiteños en la primera mitad del siglo XX.


La educación, como muchas de las actividades de la ciudad, estaba bajo el dominio de las congregaciones religiosas. Estas habían jugado papel preponderante en la época de la colonia y habían mantenido una serie de canonjías imposibles de ser despojadas, a pesar de la instauración del laicismo como sistema educativo del estado.


La iglesia Católica era poseedora de muchísimas propiedades entregadas por el Estado en donación o regalo. Iglesias, conventos, edificios, quintas y haciendas estaban en manos de estas órdenes católicas que aprovecharon la ingenuidad religiosa de los quiteños para participar activamente en la banca, el comercio y algún tipo de pequeña industria.


Sumado a esto, existía la costumbre enraizada entre las personas mayores, de que los bienes terrenales no les servirían de mucho en el cielo. Dejaban a sus descendientes lo suficiente para que sobrevivan y donaban a la iglesia la mayor parte de sus bienes antes de morir, porque los habían convencido que se facilitaba el acceso al cielo si se llevaba el recibo de las propiedades entregadas a la iglesia a cambio de los santos óleos.


La extremaunción, así se llamaba el sacrificio, no era sino la confirmación de que los papeles quedaban en orden y que los descendientes no tendrían ningún derecho de reclamo sobre la última voluntad del finado.


Las iglesias eran los edificios más visitados y las misas de los domingos el momento adecuado para el lavado cerebral que mantenía a los siervos siempre en el camino del Señor.


Mucho de las recaudaciones de impuestos en la época de la colonia, se usó para la construcción de los templos. Y el centro de Quito, el Quito antiguo, está lleno de edificaciones religiosas que hoy son atractivos turísticos muy llamativos, pero que en su época costaron muchas vidas humanas y sacrificios pagados con promesas celestiales.


En una de estas iglesias, en la del Belén fui bautizado los primeros días del mes de diciembre de 1945. Esta iglesia tenía la particularidad de que fue la primera construida para los indios, porque estos no tenían permitido el ingreso a las iglesias de los mestizos y blancos, a pesar de que los padres y abuelos de muchos de ellos habían dado su vida en la construcción de los templos. La foto de la iglesia es de 1896.


Había nacido en la Clínica Ayora y daría mis primeros pasos en la hacienda El Galpón ubicada en Amaguaña.


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