—¡¡¡Silencio!!!
El pedido del Juez se mezcló con el ruido de mercado que flotaba sobre la sala.
Entre
las voces airadas de los concurrentes y el arrastrar de las sillas en el
piso de madera, se necesitaban más que setenta decibelios para llamar la
atención:
—¡¡¡Silencio!!!
Gritó
esta vez el magistrado y la mitad de la sala empezó a acomodarse.
—¡¡¡SILENCIO!!!
Se
exasperó el Juez que no golpeó con su mazo en la mesa, solo por no caer en el
lugar común de las películas. Optó por llamar a los abogados y simular que
conversaba con ellos, eso obligó a los presentes a callarse, para tratar de oír
lo que decía el Juez. Este, que sabía más que diablo viejo comentaba a los abogados en un susurro:
—Van
a ver que solamente la curiosidad les obligará a callarse, ustedes solo
asienten con la cabeza mientras yo hablo.
Los
dos abogados que estaban acostumbrados a hacer lo que dictaban las
circunstancias, pusieron cara de interesados y esto consiguió que empiece a
silenciarse la sala.
Mientras
tanto, Ignacio el acusado, repasaba mentalmente lo que tenía que decir si quería
salir bien librado de esto.
Estaba acusado de haber asesinado a su esposa y aunque tenía la seguridad de
haber hecho lo correcto, todavía no comprendía el planteamiento de su abogado
para la defensa.
Este
decía que todos somos inocentes hasta que nos prueben lo contrario, pero él se
mantenía en la seguridad de que era culpable de la muerte de su esposa.
De
todas maneras su interés era que el juicio sea corto: primero para que no se
aumenten las costas procesales, los honorarios del abogado y la especulación de
la prensa; y segundo, porque ya estaba cansado de toda esta historia a la que
había querido ponerle un rápido final y se le estaba alargando.
Conseguido
el control de la sala, se instaló el juicio. El Juez dio la palabra al fiscal
quien sin mucho miramiento lo acusó de asesinato en primer grado y femicidio, en segundo. Pidió veinticinco años de prisión para sentar un precedente y
que no se repita el horrendo crimen que Ignacio había cometido.
Su
abogado quiso defenderlo, pero él pidió la palabra porque era el único que
sabía que había sucedido: esto fue lo que declaró:
“—Señor
Juez, me declaro culpable de un crimen literal, repito, literal, porque toda
esta historia está relacionado con las palabras. Y paso a contarle:
Estuve
casado durante cuarenta y tres años con la Encarnación; al principio, usted ya
sabe todo iba bien, tuvimos nuestro hijos, formamos una familia y éramos muy
unidos. Ella era una mujer muy inteligente. Culta diría yo. Gustaba mucho de la
poesía y al principio me dedicaba sus versos. Yo nunca he sido hombre de letras
y me limitaba a comentar lo que podía. Sin embargo nos llevábamos bien y ella
en lo suyo y yo en lo mío, éramos felices.
Pero
llegó un momento en que mi mujer cambió, decían las lenguas que era por algo
que tenía que ver con una menopausia o algo parecido, lo cierto es que empezó a
maltratarme: me lanzaba la comida sobre la mesa, me empujaba cuando estábamos
en la cama, me ponía mala cara cuando
llegaba a la casa después del trabajo y siempre se refería a mí como el “este”:
”este así”, “este asado”, “este cocinado”. Nadie aguanta ese trato señor Juez.
Una
tarde al llegar a casa, ella no estaba de buen genio, tuvimos un cruce de palabras
y perdone señor Juez que tenga que leer lo que voy a decir, pero es que nunca
había oído juntas estas palabras.
Ella
me dijo:
—“De dónde vienes truhán, de dónde vienes
alcornoque, patán,arrastracueros
alfeñique, samugo, sabandija
tunante, zamacuco. Majadero.
Eres un zampabollos, aburrido,
Un lameplatos, letrín, pelma, pelele
eres un soplagaitas sin sentido
un picapleitos más, un petimetre.
No sé qué hago con vos, un lamecharcos,
cierrabares, cipote, comebolsas,
cachibache, paquete, papirote,
malasangre, huevón y tuercebotas.
Bien me dijo mi madre aquella noche:
éste es un sinvergüenza descarado,
longaniza mayor del estropicio
zarrapastroso, cafre, pelagatos.
Tus amigos te llaman, pocasluces
mamporrero, tarado,tragaldabas.
eres un chirimbaina, malparido.
Sos ganapio, gandúl y comestacas.
Te conocen también por bebecharcos,
pasmasuegras, galán de las letrinas,
carepapa, pazguato, pitañoso,
mentecato, mendrugo y meapilas.
Eres un aprendiz de soplaguindas
tagarote, tarugo, manegueta
chupasangre,pedorro y pelagallos
calambuco, gorrino,y gilipuerta.
Ayer te coronaron, filimincias,
ayudante mayor de bocachancla
eres descerebrado, mequetrefe
robaperas, piojoso. Papanatas.
Andate de mi casa botarate
energúmeno, lerdo, metemuertos,
sanguijuela, palurdo, pasmarote
escolimoso, donnadie, fariseo.
Me avergüenzo de verte, malasombra
tu figura de tocho, lechuguino
lameculos, gurriato, peterete
te hace ver un gaznápiro estreñido.
Mameluco, borrico, papafrita
Sonso, zoquete, en fin barriobajero
foligoso, fulastre, boquimuelle
que satán te contrate de portero”.
...
—Eso me
dijo señor Juez, y yo que soy de pocas palabras le contesté: “Cianuro con
ricino”
Y al
rato cayó muerta.
—Bueno,
eso es lo que había puesto en su café esa mañana antes de salir al trabajo”.
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