jueves, 14 de julio de 2016

ASESINATO LITERAL



—¡¡¡Silencio!!!

El pedido del Juez se mezcló con el ruido de mercado que flotaba sobre la sala. 

Entre las voces airadas de los concurrentes y el arrastrar de las sillas en el piso de madera, se necesitaban más que setenta decibelios para llamar la atención:

—¡¡¡Silencio!!!

Gritó esta vez el magistrado y la mitad de la sala empezó a acomodarse.

—¡¡¡SILENCIO!!!

Se exasperó el Juez que no golpeó con su mazo en la mesa, solo por no caer en el lugar común de las películas. Optó por llamar a los abogados y simular que conversaba con ellos, eso obligó a los presentes a callarse, para tratar de oír lo que decía el Juez. Este, que sabía más que diablo viejo  comentaba a los abogados en un susurro:

—Van a ver que solamente la curiosidad les obligará a callarse, ustedes solo asienten con la cabeza mientras yo hablo.

Los dos abogados que estaban acostumbrados a hacer lo que dictaban las circunstancias, pusieron cara de interesados y esto consiguió que empiece a silenciarse la sala.

Mientras tanto, Ignacio el acusado, repasaba mentalmente lo que tenía que decir si quería salir bien librado de esto.

Estaba acusado de haber asesinado a su esposa y aunque tenía la seguridad de haber hecho lo correcto, todavía no comprendía el planteamiento de su abogado para la defensa.

Este decía que todos somos inocentes hasta que nos prueben lo contrario, pero él se mantenía en la seguridad de que era culpable de la muerte de su esposa. 

De todas maneras su interés era que el juicio sea corto: primero para que no se aumenten las costas procesales, los honorarios del abogado y la especulación de la prensa; y segundo, porque ya estaba cansado de toda esta historia a la que había querido ponerle un rápido final y se le estaba alargando.

Conseguido el control de la sala, se instaló el juicio. El Juez dio la palabra al fiscal quien sin mucho miramiento lo acusó de asesinato en primer grado y femicidio, en segundo. Pidió veinticinco años de prisión para sentar un precedente y que no se repita el horrendo crimen que Ignacio había cometido.

Su abogado quiso defenderlo, pero él pidió la palabra porque era el único que sabía que había sucedido: esto fue lo que declaró:

“—Señor Juez, me declaro culpable de un crimen literal, repito, literal, porque toda esta historia está relacionado con las palabras. Y paso a contarle:

Estuve casado durante cuarenta y tres años con la Encarnación; al principio, usted ya sabe todo iba bien, tuvimos nuestro hijos, formamos una familia y éramos muy unidos. Ella era una mujer muy inteligente. Culta diría yo. Gustaba mucho de la poesía y al principio me dedicaba sus versos. Yo nunca he sido hombre de letras y me limitaba a comentar lo que podía. Sin embargo nos llevábamos bien y ella en lo suyo y yo en lo mío, éramos felices.

Pero llegó un momento en que mi mujer cambió, decían las lenguas que era por algo que tenía que ver con una menopausia o algo parecido, lo cierto es que empezó a maltratarme: me lanzaba la comida sobre la mesa, me empujaba cuando estábamos en la cama, me ponía mala cara cuando llegaba a la casa después del trabajo y siempre se refería a mí como el “este”: ”este así”, “este asado”, “este cocinado”. Nadie aguanta ese trato señor Juez.

Una tarde al llegar a casa, ella no estaba de buen genio, tuvimos un cruce de palabras y perdone señor Juez que tenga que leer lo que voy a decir, pero es que nunca había oído juntas estas palabras.

Ella me dijo:

—“De dónde vienes truhán, de dónde vienes
alcornoque, patán,arrastracueros
alfeñique, samugo, sabandija
tunante, zamacuco. Majadero.

Eres un zampabollos, aburrido,
Un lameplatos, letrín,  pelma, pelele
eres un soplagaitas sin sentido
un picapleitos más, un petimetre.

No sé qué hago con vos,  un lamecharcos,
cierrabares, cipote, comebolsas,
cachibache, paquete, papirote, 
malasangre,  huevón y tuercebotas.

Bien me dijo mi madre  aquella noche:
éste es un sinvergüenza descarado,
longaniza mayor del estropicio
zarrapastroso, cafre, pelagatos.

Tus amigos te llaman, pocasluces
mamporrero, tarado,tragaldabas.
eres un chirimbaina, malparido.
Sos ganapio, gandúl y comestacas.

Te conocen también por bebecharcos,
pasmasuegras, galán de las letrinas,
carepapa, pazguato, pitañoso,
mentecato, mendrugo y meapilas.

Eres un aprendiz de soplaguindas
tagarote, tarugo, manegueta
chupasangre,pedorro y pelagallos
calambuco, gorrino,y gilipuerta.

Ayer te coronaron, filimincias,
ayudante mayor de bocachancla
eres descerebrado, mequetrefe
robaperas, piojoso. Papanatas.

Andate de mi casa botarate
energúmeno, lerdo, metemuertos,
sanguijuela, palurdo, pasmarote
escolimoso, donnadie, fariseo.

Me avergüenzo de verte, malasombra
tu figura de tocho, lechuguino
lameculos, gurriato, peterete
te hace ver un gaznápiro estreñido.

Mameluco, borrico, papafrita
Sonso, zoquete, en fin barriobajero
foligoso, fulastre, boquimuelle
que satán te contrate de portero”.

...

—Eso me dijo señor Juez, y yo que soy de pocas palabras le contesté: “Cianuro con ricino”

Y al rato cayó muerta.

—Bueno, eso es lo que había puesto en su café esa mañana antes de salir al trabajo”.



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