viernes, 15 de julio de 2016

EXCOMPAÑEROS



—Gonzalo, tanto tiempo sin verte.

—Así es para ti; yo si te he visto. Te veo las mañanas cuando llegas a tu oficina mientras yo vendo el diario en la esquina. Te veo al mediodía cuando sales a almorzar con alguna amiga, cuando yo lustro calzado en el portal. Te veo cuando vuelves en la tarde mientras tu chofer me contrata para que te lave el carro. Te veo al caer la noche cuando apurado te marchas sin mirarme. Sólo hoy se ha cruzado tu mirada con la mía que trataba de esquivarla.

—Casi no te reconozco.

—Así es no me conoces; conocías al Gonzalo de la juventud, al ingenuo, al bueno, al taciturno. Ya no existe, este que ves aquí es el cansado, el anciano, el resignado. Tú eres el locuaz, el vivaz, el triunfador.

—No. Me refiero a tu rostro.

—Los años. Mis años han arrugado mi piel. La tuya no, porque tus años han sido diferentes. Mis años han tenido sinsabores, nostalgias y fracasos. Los tuyos, diferentes, han sido un transcurrir de romances, de triunfos y victorias.

—Pero, tenemos la misma edad.

—De calendario, pero no de vivencias y experiencias. Las vivencias las pongo yo, que enviudé a los treinta y cinco, que tuve que criar a mis cinco hijos, que perdí mi trabajo porque los bancos congelaron el dinero de mis patrones. Tú pones las experiencias, has viajado, te has relacionado con lo más granado de la banca y la política, has disfrutado.

—No lo creas son solo apariencias. Cuando llego a mi casa por la noche, no logro conciliar el sueño porque me preocupa la inflación, el pago de la hipoteca y la universidad de mis hijos en el exterior. El nuevo carro que se ha comprado el vecino y las dos semanas que llevamos sin hacer reuniones en casa. Cuando estoy en la oficina me preocupa saber que estará haciendo mi mujer. Las reuniones que pueda tener mi jefe con alguno de mis colegas para ofrecerle mi puesto. La razón de que un amigo no me invite a su fiesta. Son muchas cosas, tú eres feliz porque no tienes de que preocuparte, pero yo llevo una vida alterada por cualquier señal que indique que me sacarán del grupo. Tengo que esforzarme cada día para acordarme porqué tengo que rendirle pleitesía a fulanita, si es por su amistad con mi mujer o porque su marido es el gerente del banco. Me preocupa que mi partido pierda las elecciones venideras y los rivales nos persigan por cuatro años. Tengo miedo Gonzalo, tengo miedo.

—Te ofrecería consuelo si tuviera. La única Consuelo, a la que amaba, se casó contigo, ¿lo recuerdas? Nunca tuve fortuna que ofrecerle y su madre apuntaba a la segura. No le cuentes que has visto mis arrugas, que yo me olvidaré de haber visto las tuyas.

Los años arrugan la piel, pero el miedo y la soberbia arrugan el alma.



                     

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