martes, 12 de julio de 2016

RECONSTRUCCIÓN



Cuando mi esposa Lídice llegó a casa con la primera bolsa llena de huesos, no me extrañó.

Es médico, tiene tres años ejerciendo y siempre está actualizando sus conocimientos.

Con el segundo cargamento, completaba un esqueleto humano completo, de mediana contextura.

Todas  las noches, dedicaba unas tres horas a estudiar y armar la osamenta, mientras yo disfrutaba de la lectura que es mi pasatiempo preferido.

Me extrañó cuando empezó a comprar cortes especiales de carne de res. Especialmente porque somos vegetarianos.

Aumentó mi preocupación cuando encontré sobre el escritorio del estudio, una factura de una curtiembre. El valor correspondía a un cuero crudo, sin tratar, limpio. Recién desollado, pero sin especificar tipo ni origen.

El jueves amaneció frío, pero no encontré mi abrigo preferido, ni mis guantes, ni mi bufanda. Pero en cambio descubrí una peluca de hombre en el vestidor de Lídice.

Cuando los vi salir juntos el viernes a la noche, ya era demasiado tarde.



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