CAPITULO 4
Habían
enmudecido, y cada uno estaba tratando de organizarse mentalmente. Alex que era
el más fogueado, mantuvo el silencio hasta que Wilfrido encuentre una salida
hacia Manhattan. Cuando tomó Queens Plaza N
y redujo la velocidad, la tensión se aflojó y terminaron parqueados a un
lado de la vía.
—P…,
hermano ¿que fue eso?— soltó Wilfrido, al tiempo que vaciaba los pulmones que
habían estado inflados por la tensión.
— Que
susto nos has hecho pasar, pensé que te iban a llevar y nunca más te íbamos a
ver — comentó Mariana, al tiempo que cruzaba los dedos, deseando que así fuera
pero que en el momento que acontezca, ella no esté presente.
—Tranquilos
locos, daría la impresión de que yo soy el que vive aquí y ustedes son los
chagras. No pasa nada— respondió Alex, pero se tragaba sus cálculos y
especulaciones, para no alarmar más a los presentes.
—Un ex
compañero de trabajo que quiere tener una reunión, aprovechando que se ha
enterado de mi venida—
— ¿Le
habrás avisado que venías?— inquirió el Wilfrido.
—Creo que
le comenté— mintió Alex, para no aumentar la tensión, pero en el fondo sabía
que en el momento que pasó por el filtro de migración en el aeropuerto de
Quito, en Washington ya sabían que tenían que esperarle.
Podía ser
un ilustre desconocido en su tierra, pero en el mundo de la pesquisa y el
espionaje ya tenía su historia.
—Bueno,
olvidémonos de lo que pasó y vamos a lo nuestro porque me muero de hambre—.
—Tenemos
que pasar por Jennifer. Ya vas a ver el lujo de acompañante que te hemos conseguido—
comentó Mariana. —Pero tienes que portarte como un caballero, porque es mi jefa
y si lo hechas a perder me juego el puesto–.
—Es buena
gente la gringa— agregó el Wilfrido, al tiempo que hacía un recorrido esférico
con sus manos alrededor del volante y me guiñaba un ojo por el retrovisor, —
Además es viuda, vive sola y se dedica sólo a hacer plata —.
Wilson
tomó el Queensboro Bridge, avanzó hasta la Avenida Tercera y llegó hasta la 63
y Lexington. Detuvo el vehículo frente a un sobrio edificio de apartamentos,
bajaron los dos y al ver que Alex no los seguía, hizo un gesto con la mano,
para indicarle que todos bajaban allí.
—Jennifer,
nos ha pedido que subamos un momento a su departamento, a tomar algo antes del
almuerzo—.
Era lo
único que faltaba, no había merendado la noche anterior, en el avión las
azafatas aprovechaban el momento en que la mayoría dormía para pasar
apresuradamente con la comida, la Mariana no se había lucido con el desayuno y
ahora que ya paladeaba un exquisito cebiche o una guatita, primero tenían que
subir donde la jefa a tomar un algo.
El
portero del edificio que ya conocía a los Cajas, los hizo pasar al ascensor.
Al llegar
al sexto piso, Alex se dio cuenta de que estaban en un edificio de gente
adinerada, quiso comentar algo, pero Mariana ya ingresaba por la puerta del
departamento que habían abierto en ese momento.
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