CAPITULO 7
El Director Pickard ingresó a la sala de reuniones acompañado por dos personas, una señora de mediana edad, corta de estatura con uniforme de trabajo, es decir, un pantalón y una chompa azules con el logo del FBI en amarillo a la espalda; y un gringo colorado, flaco, con cara de contador. Hizo un gesto a Johnson para que se quede y tomaron asiento en un extremo de una gran mesa rectangular.
— El señor Director me ha pedido que sea yo la que tome la palabra, debido a que no domina el español y como usted no lo hace con el inglés, no quiere que exista ninguna posibilidad de error o de mala interpretación—, la que hablaba era Mariela Fuentes una puertorriqueña con treinta años de trabajo en el FBI, y siempre cerca de Pickard.
— Hemos preparado sus instrucciones en español, las mismas que se hallan grabadas en este disco y explicadas por escrito en esta carpeta. Ninguno de los dos instrumentos tiene rastros que puedan relacionar al FBI con lo que contiene —.
— Usted tiene hasta el día de mañana a las 8 horas para comunicarno si acepta el trabajo que se le va a encomendar. Si lo hace, le haremos llegar un teléfono con el que podrá estar en comunicación exclusivamente con Johnson, si no lo acepta hasta esa hora, entenderemos que no le interesa y podrá regresar libremente a su país cuando considere conveniente —.
Pickard hizo un gesto indicativo de que eso era lo que quería decirle y cedió la palabra al que Alex suponía era el contador.
— En este maletín — le dijo al momento que le extendía un portafolio de cuero negro, — hay una tarjeta de residente debidamente legalizada, tres tarjetas de crédito ilimitadas a su nombre, una pistola Glock 27 con tres alimentadoras, el permiso para portarla. La llave y matrícula de un BMW Zagato Coupé, matriculado a su nombre, su licencia de conducir y tres mil dólares en efectivo —.
Como no lo podía creer, regresó a ver hacia Pickard, quien asintió con la cabeza y sonrió.
— Hay una suite reservada a su nombre en el Hotel Plaza por esta noche, su coche está parqueado en el segundo subsuelo, es de color gris. Tiene dieciocho horas para pensarlo y recapacitarlo, si acepta, usted correrá con todos los riesgos, si no acepta, los tres mil dólares son suyos por las molestias, puede dejar todo lo que le voy a entregar en la habitación del hotel sin ninguna responsabilidad de su parte —.
— Si acepta quedarse, llame al teléfono que está anotado en el interior del maletín. Johnson le contestará y se reunirá con usted en la Plaza de Armas que queda junto al hotel a las nueve de la mañana, si no lo hace, deberá desocupar el hotel antes de las dos de la tarde. De una o de otra manera, no deberá salir de sus labios una sola palabra sobre lo que hemos hablado ahora o sobre lo que contienen el sobre, el disco y el maletín —.
— Ah, el señor Director, nunca estuvo aquí, usted no lo conoce y nunca lo ha visto, está demás decir que nunca le ha dirigido la palabra, como en realidad así es y lo más recomendable es que usted borre esta reunión de su cabeza —.
— Bien, ahora Johnson le acompañará hasta la casa de sus familiares, les explicará que va a viajar inmediatamente. Lo acompañará hasta el hotel y tiene toda la noche para analizar la información que le hemos dado y pensarlo, esperamos que trabaje para nosotros y que la misión que se le encomienda resulte positiva para el bien de los Estados Unidos y el mundo libre —.
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