CAPITULO 11
Según Johnson, la información con la que empezarían el trabajo sería
enviada desde los cuarteles centrales del FBI en Langley, Virginia, pero
llegaba directamente a la Oficina de Pickard. La pasarían a un servidor
personal y luego se enviaría a la estación que se conocería con el nombre de
“SIGILO” Servicio Internacional de Genios en Logística. Esto para evitar que se
establezca a posteriori una relación directa entre el FBI y SIGILO.
Alex pensó que Pickard era un genio y su pecho se infló, hasta tensar
los botones de su saco.
¡Había pensado en ponerle su apellido a la estación de trabajo!
Es que no lo podía creer, todo se daba de tal manera que se estaba
convirtiendo en el ecuatoriano más famoso del mundo. Nosotros que no hemos
tenido muchos famosos y que inclusive cuando ha existido la oportunidad de
figurar nos han confundido. Se acordaba de un Presidente que en un matrimonio
de la realeza que fue trasmitido por la televisión a todo el mundo, lo
confundieron con el Sultán de Brunei y nadie se enteró que el Presidente del
Ecuador había estado allí.
Pero ahora el apellido Sigilo sonaría a nivel mundial, bueno si no le
obligan a mantener todo en secreto.
Pero volvamos a lo nuestro, eran las nueve y diez de la mañana del domingo
12 de Agosto de 2001.
—Empezamos a trabajar en este momento, ya están montando las oficinas y
para las dos de la tarde iremos a que las conozcas y a que te conozcan tus
colaboradores, eso sí te recomiendo no llevar las relaciones más allá de lo
estrictamente profesional, nadie tiene que saber quién eres, ni lo que haces—
le dijo Johnson.
—Cuando conociste al Director Pickard, él no te dirigió la palabra, esa
misma actitud tienes que mantener con tus subordinados para crear esa distancia
necesaria con la autoridad. Sólo yo y una persona más a quien conocerás
oportunamente seremos tus contactos y a nadie más podrás comentar sobre lo que
hacemos. Si nos fallas, tu reemplazo ya está alojado en tu mismo hotel y te
suplirá de inmediato—.
—Vamos a que te compres ropa, porque no puedes aparecer en la oficina
con esa ropa fuera de moda, tienes que dar la imagen de funcionario trabajador,
vestir muy sobriamente y tener siempre el ceño fruncido para que crean que
estás preocupado por lo que haces, a partir de este momento puedes usar
libremente las tarjetas de crédito que te entregaron, cuidando de donde las
usas, porque esas cuentas luego pueden hacerse públicas y tu imagen verse
afectada—.
Johnson le llevó a comprar cuatro tenidas azul obscuro que le iban a
disfrazar de gringo. Tres pares de zapatos con suelas que iban a durar diez
años y seis camisas Made in China que le quedaban grandes. Pagó 237,68 en efectivo, porque las tarjetas de crédito
tenían cupo ilimitado hacia arriba, pero no servían para compras de menos de
300 dólares. Quiso comprar algo más para completar el cupo, pero ya estaba en
la fila y no iba a hacer el ridículo.
Se cambió en el vestidor de Marshall´s donde habían hecho las compras y
subieron al asiento trasero de la famosa Chevrolet Tahoe negra. No se explicaba
por qué tenía que andar en esa camioneta cuando en el subsuelo del hotel, él,
Alex Sigilo, tenía un BMW del año.
Pararon en la esquina de la Sexta y Broome para comer un hotdog, bueno,
siete hotdogs, dos para cada gringo y uno para él. La cuenta salió de su bolsillo.
Seguía haciendo malos negocios.
Siguieron al Sur por Canal Street hasta Broadway.
Cuando llegaron al World Trade Center, un escalofrío recorrió su espina
dorsal sin razón aparente.
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