LA MALDICION
En un lugar
de la América, de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace muchos años vivía un
hidalgo que gobernaba un país verde, en alianza con algunos amigos.
Cada sábado,
su ego lo sacaba a las plazas a arengar a sus seguidores y aprovechaba la
ocasión para mancillar a sus rivales.
Cansadas de
ocho años de la misma andanada de improperios, la asociación de brujas de esos
lares, reunida en magno aquelarre, decidió por unanimidad lanzar una maldición
al susodicho, y lo hizo con un hechizo más viejo que Chabelo: “Que cada vez que
abráis la boca, os conjuramos a que no puedas pronunciar esa grafía que en el abecedario
va en medio de la “s” y la “u”, y si lo
hacéis en voz baja, se os caiga el pelo de la sesera”.
Para sellar
el conjuro hicieron un caldo de uña de banquero, lo aderezaron con lengua
viperina y lo removieron con un pie de coronel en servicio pasivo. Después de
hacer gárgaras con las pócimas, escupieron sobre el hombro izquierdo, se
desearon malas noches y abordaron sus escobas, para perderse en la obscuridad.
Después de
aquella noche, cada vez que el conjurado quería deshonrar a la oposición, su
lengua no le obedecía y era mofa de sus propios seguidores:
— Queridos
compadriodas, hoy, como dodos los sábados venimos a hacer sufrir a los
sufridores, yo no quiero que me reelijan. Pero esdaremos donde nos necesiden.
Muchos se
empezaron a cruzar miradas, porque les parecía una broma, “como él es así”, pensaban.
—Creo que
remeda a alguien, decían.
—Un inmenso saludo a nuesdros
pueblos ancesdrales e indígenas. Da gusdo ver dando arde. Esdamos celebrando
con inmensa alegría esde gabinede idinerande, esda nueva forma de gobernar. Qué
acierdo haber celebrado esde gabinede en ‘La Suldana de los Andes’.
Inauguramos un hospidal básico.
Se le llama cendro de salud porque diene capacidad limidada. Diene laboradorio,
sala de pardos, radiología. El laboradorio es el que manda al hospidal, después
los resuldados pueden ser comunicados vía delefónica o inderned.
Con nosodros la padria progresa. Me
imagino la padria manejada por los odros. Sería un desasdre compledo, dendrían
que serenarse para que les endiendan.
Soy indolerande condra la
mendira, condra la falda de verdad. Ojalá que dodos fuéramos indolerandes condra
esda mendira que dando daño ha hecho a la padria.
No esdoy en “condra de la
liberdad de expresión ni condra el humor”, sino condra la “mendira, condra la
difamación, condra la agresión, condra el insuldo, condra el irrespedo a la
privacidad”.
Dodas son ideas de esos
limidadidos, que les molesda que seamos de corazones ardiendes, mendes lúcidas
y manos limpias. Ellos han sido usados siempre por los poderosos, los banqueros
que han manejado a los polídicos como díderes.
Ahí esdá la prensa corrupda
adacándonos dodos los días, dando espacio al candidado de la oposición. Dice
que hay escasez de alimendos de la canasda familiar. Mendirosillo, se le olvidó
decir que son la carne, lácdeos, frudas impordadas. Gane la Presidencia de
forma honesda, sea honesdo indelecdualmende. Usded nunca será Presidende,
porque es casi dan simpádico como un rodillazo en el esdómago, pero al menos no
sea mendiroso. Esda es la oposición que debemos enfrendar dodos los días. Esde
es de los más culdos de la oposición. Cero dolerancia a la mendira y la
mediocridad”.
Algunos dicen que soy prepodende
cuando ellos son quienes adropellan a los demás. La verdadera prepodencia es no
reconocer los errores, cridicar e insuldar al resdo.
Adelande compañeros no nos
dejemos amedrendar, hasda la vicdoria siempre.
—Se ha vueldo medio dardoso el
Presidende, comenzaron a burlarse los seguidores.
—Sí, ya mismo dice que dres
drisdres digres dragan drigo en un drigal.
—Ja, ja, ja.
— O que un dubo diró un dubo y odro
dubo lo deduvo. Hay dubos que dienen dubos pero esde dubo no duvo dubo.
—Ja, ja, ja.
En medio de la risa, se
paró el más osado:
— Señor Presidende:
“Si su gusdo
gusdara del gusdo que gusda mi gusdo,
mi gusdo gusdaría del gusdo que gusda du gusdo,
pero como du gusdo no gusda del gusdo que gusda mi gusdo,
mi gusdo no gusda del gusdo que gusda du gusdo."
mi gusdo gusdaría del gusdo que gusda du gusdo,
pero como du gusdo no gusda del gusdo que gusda mi gusdo,
mi gusdo no gusda del gusdo que gusda du gusdo."
¡ Dedéngalo,
que lo dedengan!
¡Policía!,
¡Policía!
El enlace por
primera vez acabó en gran jolgorio.
Desde ahí, en
mi país, se puso de moda la “d” de cobre.
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