martes, 14 de abril de 2015

LAS TORRES GEMELAS 30




CAPITULO 30

La noche del 28 de Agosto marcó el inicio de lo que sería la aventura de su vida para Alex Sigilo.

Estaba al mando de cuatro mayordomos que tenían acceso a una información que nunca saldrá en la prensa, que no estará en los noticieros, pero que marcará el futuro de mucha gente, incluidas su vida o su muerte.

Cuando llegó a la oficina, a WILLIAMS, los cinco colaboradores estaban repartidos en diferentes labores, X y Z escudriñaban correos de posibles involucrados que podían tener filtraciones. Williams, había preparado un aromático café ecuatoriano y organizaba los archivos que habían sido impresos, Y estaba al teléfono, al parecer con otro colega que le brindaba información de primera mano.

Mientras saboreaba un delicioso café, Alex recalcó el hecho de que nada debería quedar en papel y en cuanto fuera codificado y encriptado, debería ser quemado. “Leer y quemar”, esa era la consigna. Como con los libros en la edad media, salvo que en esa época unos eran los que leían y otros los que quemaban.

Analizando para sus adentros la información recibida sobre la reunión del grupo Carlyle, Alex comprendió al instante que fue filtrada por medio de alguien cercano a John Major, ex Primer Ministro Británico y colaborador de Carlyle.
Sólo era de unir las puntas: mayordomo inglés, sospechoso inglés, y ya, pero no hizo ningún comentario.

El grupo Carlyle tiene intereses en la industria aeroespacial, el transporte, la energía, las telecomunicaciones, la fabricación de armamento. Emplea casi a trescientas mil personas en 68 países. Pero el fin primordial de la organización es el conflicto. El conflicto armado.

¿Cómo funciona el conflicto desde el punto de vista elemental de un pesquisa ecuatoriano?

Fácil: tú declaras la guerra a 1 y te vendemos armas para que puedas atacarlo. Luego le vendemos armas a 1 para que pueda defenderse. Mejor aún si contigo se involucra 2, porque después de que le hayamos vendido armas, se puede quedar a cargo del conflicto y tú solamente supervisas las operaciones, siempre a cargo de distinguidos militares patriotas que están dispuesto a sacrificar sus vidas desde los escritorios para que los ingenuos jóvenes den su sangre en nombre de sus ideales.

Luego, para completar el negocio, cuando se hayan terminado las balas y misiles que les vendimos, haya muerto una buena parte de la juventud de los países o grupos involucrados, ofreceremos nuestros servicios para la reconstrucción de lo que ha quedado, a cuenta de las aportaciones de otros ingenuos países que harán donaciones para que vengan a nuestros bolsillos y de los impuestos que los gobiernos vencedores pongan a la población. Las utilidades generadas por esta ruleta bélica, servirá para repartir entre los accionistas de la compañía, luego, lógicamente de pagar las comisiones estipuladas en este tipo de negocio, a los organizadores de la trifulca, entre esos tú.

En este caso Carlyle no asoma sino en el movimiento de capitales hacia las industrias que suministrarán el material necesario para mantener y de ser posible perennizar el conflicto.

Cuando se agotan, la paciencia, los fondos y las vidas de esos involucrados, hay que crear nuevos conflictos para que la empresa sobreviva.

Y eso es lo que se iba a ejecutar ahora. El inicio de un conflicto con algún país árabe        -porque siempre el conflicto tiene que estar lejos del territorio propio- porque es el área geográfica más frágil desde el punto de vista religioso-económico-social y porque dentro del grupo Carlyle existen capitalistas que gobiernan algunos países de la zona.

Pero se necesita un desencadenante, porque luego van a decir que el presidente le declara la guerra a cualquiera porque se levanta de mal genio. O porque es tonto. No. Hay que justificar esa declaración y hay que obtener el visto bueno del Congreso y de la opinión pública, más o menos como con Pearl Harbor.

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