sábado, 25 de abril de 2015

LAS TORRES GEMELAS 40



CAPITULO 40


Sábado 7 de Septiembre de 2001

Cuando habló con Wilfrido anoche, Alex, estaba muy preocupado, no solamente por lo que sabía que iba a suceder, sino por el hecho de haber ocultado a su familia que se había quedado en Nueva York.

Llevaba más de un mes en esta ciudad y sus parientes más cercanos, los que habían tenido la amabilidad de invitarle para que vaya a esa ciudad, los causantes de su presencia y fama en Nueva York, no sabían que estaba allí y peor aún que trabajaba para el FBI.

Claro que su pretexto tenía que ver con la protección de la seguridad de sus parientes.

Los había citado para el sábado en Sarabeths un sitio espectacular en Times Square donde se puede desayunar en la terraza con vista al Central Park.

Eso sí, como buen conocedor de Nueva York, les pidió que madruguen, porque los fines de semana la clientela era numerosa; de todas maneras como él estaba más cerca, llegó temprano y pudo tomar una mesa con una magnífica vista.

A las ocho y quince de la mañana llegaban dos sorprendidos parientes que no podían creer el cambio que Alex había experimentado.

—No puedo creer que seas tú. Le dijo Mariana, quien no dejaba de admirar la elegancia de Alex.

—No pareces ni pariente. Le reclamó Wilfrido, quien calculaba cuanto le podía haber costado sólo el par de zapatos que calzaba su primo.

—Y no te digo porque has cambiado de pinta, sino porque un buen pariente se acuerda de los suyos. Cómo no vas a avisarnos que estás aquí. Si algo te hubiera pasado, a quien crees que le iban a echar la culpa, a nosotros, que fuimos los que te invitamos.

—Eres un desconsiderado, un ingrato. No debíamos haber venido, solamente porque Mariana me insistió, por su curiosidad es que estamos aquí.

Wilfrido hubiera seguido así toda la mañana, si Mariana no le hubiera clavado las intensas, movida por la curiosidad. No era momento para reclamos, era un momento para preguntar, para salir de dudas.

— ¿Dónde has estado viviendo? ¿Te has visto con Jennifer? ¿Qué has estado haciendo? ¿Si te has visto con Jennifer, porqué ella no me ha contado? ¿De dónde sacaste esa ropa?

—Te has engordado.

Alex pensó que había sido un error de su parte el reunirse con sus parientes, pero luego de tranquilizarse, consideró que necesitaba contarles lo que le había pasado y advertirles de lo que podría pasar.

—No, no me he visto con Jennifer.

—Estoy viviendo en el Plaza.

—Trabajo para el FBI.

—No, no me he visto con Jennifer.

—La he comprado en la Quinta Avenida.

—No puedo haber engordado debido a la tensión con la que he vivido. El trabajo es estresante, no tengo un horario para las comidas, cuando llego al hotel estoy exhausto, me he pasado a pan y agua y además el tráfico me vuelve loco y el futuro lo veo negro.

No sabía cómo empezar a contarles todo lo que le había sucedido, lo que sospechaba que iba a pasar y el hecho que solamente les había llamado porque estaba preocupado por la seguridad de los dos.

Decidió que lo iría haciendo durante el desayuno, con cuentagotas para no crear nerviosismo y de la manera más pausada posible, para que su tranquilidad fuera contagiosa.

—Desayunemos mientras les voy contando el último capítulo de mi vida.

Después de decir estas palabras, reflexionó, porque podía tener doble sentido lo que acababa de decir.

—Nunca regresé a Quito, me quedé trabajando para el FBI, porque la propuesta era interesante, no había riesgo y me parecían unas merecidas vacaciones …



No hay comentarios:

Publicar un comentario