lunes, 13 de abril de 2015

LAS TORRES GEMELAS 29




CAPITULO 29


El 28 de agosto de 2001, amaneció con más noticias que de costumbre, el general Michael A. Canavan, Director de Seguridad de la Administración de la Aviación Federal de Estados Unidos, envió a todos los aeropuertos y líneas aéreas, un comunicado que decía textualmente:” la FAA ha recibido información respecto a un número de individuos asociados con actividades terroristas que planean viajar en vuelos comerciales”.


Esto, conmocionó a la gente que trabaja en SIGILO, nadie podía disimular el nerviosismo que reinaba. El silencio era tal que daba la impresión de que los ratones andaban de puntillas para no despertar al gato.


En la mesa de trabajo, se decidió que no solamente se mandaría la información a Pickard, sino que además se le pediría instrucciones terminantes que ayuden a mantener la seguridad de quienes estaban involucrados en la investigación y que por lo visto, lo estaban haciendo desde el ojo del huracán.


Todos tenían la vista puesta en Alex Sigilo, pues era el único que por lo menos en las tardes trabajaba alejado de las Torres Gemelas. Bueno, no lo sabían, pero por lo menos se lo imaginaban.


En una resolución tripartita, Sigilo, Johnson y Stan Lee, decidieron que se tomarían un tiempo más, hasta tener información totalmente confiable que les permita alertar a los Servicios Secretos sobre lo que podría ocurrir.


Circula un aviso de la Autoridad Portuaria de Nueva York, de que el fin de semana del 8 y 9 de Septiembre, se cortaría la energía en la Torre Sur, del piso 48 para arriba, para realizar una actualización de cableado para aumentar el ancho de banda del WTC. Era la primera vez que algo parecido sucedía desde la construcción de las Torres.


Por esta razón, todas las cámaras de seguridad, los sistemas de ascensores de los pisos superiores y los sistemas de identificación en las puertas de estos pisos, quedarían sin funcionamiento.


Salió a almorzar, pues había quedado con Jennifer en que conversarían en privado antes de ir en la noche a la oficina. Quedaron en el Eleven Madison Park, uno de los mejores restaurantes de Nueva York, según ella.


Demasiado elegante para su gusto, pensó Alex. Pero como que de a poco se iba acostumbrando a este papel de agente secreto andino con plata de los gringos.


—Hay detalles que tienes que saber de los muchachos, si quieres que todo funcione. Empezó a adoctrinarle, mientras degustaba una copa de champaña que ella había ordenado, pero que la pagaría él, con plata del Tío Sam.


—Ninguno, óyeme bien, te dará una idea a título personal, el grupo las da, pero ninguno se apersona. Están acostumbrados a trabajar así. Si llega una noticia que sea útil para el grupo de trabajo, llegará, pero no sabrás de donde vino. Si consiguen una información reservada o privada, que puede estar relacionada con sus empleadores, te la darán, pero nunca sabrás quien la obtuvo. Siempre han trabajado así y si no ven que te acomodas a su sistema, no recibirás nada importante. Si no haces preguntas, puedes tener acceso a información que ningún servicio secreto conoce.


Alex estuvo de acuerdo con las recomendaciones, sin despegar los ojos de los diminutos, -por las porciones- platos que le pasaban, que por los doscientos veinticinco dólares por persona que estaba pagando, le parecía un poco caro.


Como se alargó el almuerzo, Alex decidió que si quería trabajar en la noche, debería tomar un descanso en lo que quedaba de la tarde y se verían a las ocho de la noche en WILLIAMS.


Luego de una siesta reparadora, un buen baño y un apropiado cambio de indumentaria, tomó un taxi y se dirigió a su tercera oficina.


Cuando llegó, lo estaban esperando con noticias frescas: se habían enterado que estaba circulando una invitación para una reunión de los miembros del grupo Carlyle a celebrarse el diez y once de Septiembre en el Hotel Ritz-Carlton de Washington.


En ese momento, Alex Sigilo tuvo clara la fecha, aunque había una pequeña duda. ¿Sería el diez u once de Septiembre lo que todos estaban esperando temerosamente?




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