CAPITULO
21
Cuando se abrió la puerta del departamento de Jennifer ese
domingo 5 de Agosto, Alex enmudeció al apreciar el lujo que desbordaba esa
residencia. Los recibió un mayordomo elegantemente ataviado de levita y guantes
blancos y luego de saludar impersonalmente los hizo pasar a una salita que daba
a un jardín interior.
Era una pequeña selva con fuentes y aves que los transportó a
otro escenario.
— La señora bajará en un momento, ¿Gustan tomar algo los
señores?
—Gracias Williams, esperaremos. Contestó Mariana, que por lo
visto solía visitar a su jefa.
—Pueden tomar asiento, por favor. Con el permiso de los
señores. Expresó Williams al retirarse.
Viendo la cara de asombro de Alex, en voz baja Mariana trató
de explicar la situación: —Williams el
mayordomo de Jennifer. Es inglés, pero como te habrás dado cuenta, habla
perfectamente el español, además domina completamente el tema de la etiqueta y
es el que maneja esta casa.
Alex sólo hizo una mueca que significaba que no entendía nada,
pero arqueó las cejas para dejar entrever que estaba asombrado por el interior
del departamento, que no tenía nada que ver con la imagen que se había formado
cuando llegaron al edificio.
Alex pudo divisar el cielo abierto sobre el jardín interior, por
lo que supuso que Jennifer era dueña del pent-house dúplex que ocupaba el sexto
y séptimo pisos.
Una fuente de piedra que se extendía en varios niveles, daba
un aire fresco al jardín y un susurro musical se mezclaba con el leve
movimiento de las hojas acariciadas por el viento de la tarde.
A las tres en punto, Jennifer ataviada con un vestido fresco
de Versace, verde con azul, descendía por las amplias escaleras de mármol que
conducían desde las habitaciones del piso superior.
Su señorío al caminar, el cimbrear de su cintura y la
seguridad de su mirada dejaron boquiabierto a Alex, que sólo atinó a tragar
saliva, para que su garganta no lo traicione al momento de hablar.
—Que gusto tenerlos en casa, espero que Williams los haya
atendido.
Después de las presentaciones de rigor y de que Alex haya
cerrado la boca, se acercó Williams para repetirles la invitación, Mariana
pidió un Blanc Cassis y Jennifer un ABC.
—Me traes un whisky con mucho hielo, sin agua, pidió Wilfrido
y Alex solo pudo afirmar con la mirada y una inclinación de cabeza, para dar a
entender que tomaría lo mismo.
Su cabeza no estaba para licores.
— ¿Cuándo llegaste?
La pregunta le tomó por sorpresa, primero porque no esperaba
que se dirija a él de improviso y la segunda, porque no sabía en qué día estaba
ni cuando había llegado.
—Llegó esta madrugada. Era Wilfrido que salió al tercio para
evitar el tartamudeo de Alex.
—Debes estar cansado del viaje, yo cuando viajo me tomo por
lo menos dos días para reponerme. Soltó Jennifer con un aire de camaradería.
—Por eso ahora vamos a comer algo, le enseñaremos algo de
Nueva York y temprano a la camita. Mañana entre los hombres se organizarán para
que aproveche su estadía, porque nosotras tenemos que trabajar. Musitó Mariana.
—Pero antes, déjame enseñarte el departamento, ustedes ya lo
conocen, mientras tanto pueden disfrutar de unos hors d´ouvre que les ha
preparado Williams.
Sin soltar su vaso de whisky, porque de algo tenía que
agarrarse, Alex se dejó tomar del brazo y siguió a Jennifer.
El departamento era amplísimo, clarísimo y estaba amoblado
con un gusto exquisito, pero Alex estaba extasiado en el perfume de Jennifer y
en su voz que le recorría la espina dorsal.
Cuando salieron para el restaurant, Alex pisaba firme, se
sentía guapísimo y pensaba que lo primero que tenía que hacer al siguiente día
era convencer a Mariana de volver a invitar a Jennifer.
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