lunes, 6 de abril de 2015

LAS TORRES GEMELAS 22


CAPITULO 22



Esos días que había pasado con Jennifer, cuando recién llegó a Nueva York, eran los mejores que Alex tenía en su memoria.


La personalidad, la elegancia y la belleza de Jennifer le habían cautivado. Pero todo se había cortado por la aventura en la que estaba involucrado, pensar que en menos de quince días, su vida había cambiado por completo. A mala hora aceptó ese trabajo, porqué se dejó convencer. ¿Por la fama, el prestigio, el dinero?


Ese viernes 17 de agosto tenía que volver atrás, recuperar el tiempo que había perdido y tratar de retomar lo que parecía ser el comienzo de una relación.


Cuando llamó a Jennifer, ella estaba por salir a un compromiso y a pesar de que captó unas vibraciones positivas, Alex se sintió frustrado cuando ella le comentó que no podían verse. Pero preguntó en que hotel se hallaba alojado. Eso le dejó un sabor agridulce que solamente podía curarse con un par de tragos.


Bajó buscando un bar, pero de pronto se dio cuenta de que disponía de muchísimo dinero, pero no tenía ropa apropiada para pasar un fin de semana elegante en Nueva York.


Salió del hotel hacia la Quinta Avenida, entró en el local de Armani en Madison Avenue, luego pasó a Prada, Yves St. Laurent, Valentino, DKNY, Ralph Lauren, buscando algo que le quede bien, que le guste y por primera vez en su vida, que no le importe cuando cueste.


Cuando salió a las 21:00 horas, modelando un traje de Armani de seda y lana gris piedra, una camisa de lino puro de cuello abierto y un par de zapatos de Valentino, se había gastado 42.750 dólares y a la mañana siguiente le llevarían al hotel suficiente ropa para pasar el fin semana. Se sentía satisfecho, liviano y no le importaba lo que había pasado en la oficina, 
incluso el fracaso de la cita con Jennifer.


Abordó un taxi y le pidió que le lleve al Pink Elephant, un bar que algún momento le había recomendado Stan Lee. Había tanta gente y a pesar de que la entrada era pagada, las colas eran interminables y no se movían. Decepcionado de su idea tomó otro taxi y regresó al hotel, dispuesto a descansar esa noche, para esperar lo que le tenga reservado el día siguiente.


El estómago se opuso a esa idea y empezó a gruñir, pensó que no estaría mal comer algo y de paso tomarse la copa que se había ofrecido en el Champagne Bar del Hotel. La carta era interesante, el ambiente muy agradable, incluso la música era la que necesitaba para relajar sus nervios.


No había terminado de sentarse, cuando vio ingresar la radiante figura de Jennifer, sola, pero acompañada por la mirada de todos los presentes, más aún cuando se dirigió a su mesa y lo abrazó cálidamente, a su alrededor se producía un silencio de admiración.


Se había escapado de la reunión en cuanto pudo. No podía dejar de ir, porque se había comprometido con unos amigos, pero luego de estar un par de horas en la recepción, decidió venir a buscarlo.


Ahora sí quería que le cuente que hacía en Nueva York otra vez, cuando había vuelto, cuánto tiempo se iba a quedar, si tenía hambre, si podía invitarle un trago.


Alex se infló como pavo y agradeció que su suerte haya cambiado de esa manera.


Tomó una mano de Jennifer y le besó los dedos.


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